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viernes, septiembre 06, 2013

Rumbo nocturno


 
La luna está hermosa en esta noche de enero. Hace un rato la confusión se apodero de mí. Un flaco que se pelea con su pareja en medio de las plataformas de la terminal... ¡por teléfono!, el malestar estomacal,¡¡¡ buahh!!! me dieron ganas de cagar, eso es siempre una mierda y no lo digo escatológicamente, por eso la noche serena, con esa luna creciente, radiante en claro cielo, me volvía la paz, ya sé que es un lugar común, que está muy bastardeada la palabra y el concepto en su esencia, pero ¿quién no sueña con ella? la confusión en mi alma atosigada de ideas absurdas y simultáneas que me llevan por la encrucijada del desdén, eso es caos,  thanatos, anhelos perdidos en mis tiempos viejos.

Por un instante, por insignificante, por sencillo, en el cual pueda sentir algo parecido a la felicidad, estoy satisfecho, estoy en paz, por cursi y melodrama que suene.

Es un hecho, cuanto más simple una experiencia más impacta, demasiados estímulos desvalorizan cualquier sensación admirable al espíritu.

Por años intenté conjugar los verbos en todos sus tiempos y modos, ahora solo me quedo en el presente del indicativo.

Es lo que sé.

En ese instante es cuando la confusión se diluye y un cosmos casi perfecto se abre a mis ojos en su magnífica expresión.  

 

 

jueves, septiembre 05, 2013

La venusina

A veces no sé qué hacer con mi vida.

No era solamente decepción o alguna cuestión existencial que me invadía. Es la monotonía de los días idénticos, mis dolores de cervical cotidianos que me paralizan, la agonía de ver desaparecer sin más remedio mis mejores intenciones.
Hace mucho que la veo. Inmóvil.
Casi yaciendo. En medio de la vereda. En frente de la escalera, la cual le estorbaba, o me daba esa sensación, que los demás están de más.
 
La peatonal hervía en el mas estricto sentido, los casi cuarenta grados, mas el gentío como hormigas, hacen más patética la escena.
 
Siempre está sola, ni con perros ni con niños, como otros linyeras que invaden el centro, ni pedía, ni decía vender nada.

Solo estaba ahí. Inmóvil.

Las moscas le caminaban, ni un pestañeo inconsciente, ni un tic. Nada. De vez en cuando un transeúnte le dejaba algo en un tarrito de duraznos, bastante mugriento, que hacia juego con la mujer, a la cual no le podía dar una edad determinada ni aproximadamente. A simple vista era vieja. Pero no podía asegurarlo.

Miraba a lo lejos, como si pudiera ver a través de los muros de los infinitos edificios de la ciudad hasta un horizonte único, propio, en donde tal vez fue feliz.

La contemplaba y no sabía qué hacer con mi vida.

Por supuesto está de más decir que no habla con nadie, que no mira a nadie. Ignoraba cuando se movía para comer o dormir, yo llegaba a esos de las ocho y la mujer ya estaba en ese lugar, estaba seguro que en algún momento lo hacía, pero nunca la había visto.

Cierto personaje nefasto que se le allegaba comentó que se meaba y cagaba encima, lo que tranquilamente podía suceder metida dentro de esas infinitas polleras, inmune al calor que invadía todo, el hedor, que de por si esta en las calles de la urbe, pero me seguía intrigando cuando bebía o comía. Nunca la vi.

Unos trabajadores del lugar me comentaron, cosa que no me consta, que está sentada sobre dos maderas,  como una silla turca o romana, otros que les pagaba a los municipales para que llevaran y la trajeran todos los días en una furgoneta, era como un ritual, la depositaban a la madrugada, donde solo están los canillitas o algún que otro vendedor de café, para que nadie los viera o les hicieran preguntas y la recogían ya entrada la noche. Cuando los fantasmas habitan la ciudad. Del mismo modo comentaban que con las mangueras a presión que limpiaban las veredas y las calles de la peatonal bañaban a la vieja. Vaya a saber uno. Creer o reventar. Reventar me dije.  

Además eso justificaba, la versión de los municipales, que se pasara todo el fin de semana ahí. Inmóvil. Yaciente.

De todas formas nunca lo sabré.

Porque no sé qué hacer con mi vida.

Yo también miraba a lo lejos, con mis ojos idos en mi único horizonte feliz.

Yo  también estoy inmóvil. Siempre en el mismo lugar. Yaciendo.

A mí también me mueven ignotos seres que habitan mi universo.

Daba la impresión de ese abandono soportable el cual tenemos todos en algún momento del día.


jueves, julio 28, 2005

Amor, Desierto y Sueños


Delirio de pasión



he llegado a mirar como me voy
subo las comunes rocas conocidas
mantengo el ánimo en vuelo de cóndores,
hermosos colores, en un cielo blanco


crepúsculo en parpados y vigilia,
de frente, con gesto y esperanza
lava hirviente, por tu luz
un regalo de besos, muy nerviosos


he palpado, al mirar como un silencio
sembraba en el hueco de mis manos,
desaliento,
mujer, aquí estoy


parado al pie de la montaña
casi muerto
lánguido de amor,
roto, en valles y nostalgias.

Poética improbable


alba engalanada y rosa
es negro tu sueño, alma mía
al final del asombro nocturno
un dolor a todo, sobrevive


porvenir, sólo una estrella parpadea
un oráculo de piedras en lamentos,
escribir , sobrevivir al verbo que insiste,
alma en el madero, te desangras


al sol, tumbas concretas y frías,
de futuro,
serán mis libros,
herencia que deambula


revancha de mi sangre,
estaré colmado de universo
y un solo trino,
de mañana


primavera de amor


rostro saturado de hermosura,
diamante universal, hambrienta cautiva,
escalones de seda me acarician,
pétreas lanzas, presa en la noche,
atraviesan la luna que volaba,
tu belleza derramaba tus aromas,
mi sangre bullía primavera
remontando tú cima,
mi veta de vida,
mantienes mi tierra fértil,
soñado hogar,
fragancias a sábanas encendidas,
calor plateado en tardes
de cardos enraizados, en mis ojos,
mi corazón prisionero
en el magma
mismo de tus senos.

fragmentos de vida


por mi lucha arrinconada
en mi pena antigua
con su hielo me lastima
y me voy


me entierro en tu raices
una briza final
me paraliza
todo mi cuerpo se clausura


astillas de dolor
lastiman mi alma
miro una mariposa
y sueño


vuelo el vuelo
de mi anhelo
silencio en el eco
y me quedo





ritual mágico


La montaña es esa piedra
inoculada de fantasías,
que terminan las tardes
con la luz del luz del lucero,
ríen las espinas,
algún ave,
las vides en las laderas,
la savia y mi sangre,
e inevitablemente,
como luces almendradas,
los simples espacios genésicos,
párrales resignados,
andar de los ancestros,
profundidad de la existencia,
en una yunta de anhelos
labrados en sus rostros
y la piel quemada,
como una acequia distante,
desde antes ya quebrado,
rosado,
a lo lejos sustraído,
de mis ojos
absoluto espíritu,
se da al ritual
mágico de la vida.