Delirio de pasión
he llegado a mirar como me voy
subo las comunes rocas conocidas
mantengo el ánimo en vuelo de cóndores,
hermosos colores, en un cielo blanco
crepúsculo en parpados y vigilia,
de frente, con gesto y esperanza
lava hirviente, por tu luz
un regalo de besos, muy nerviosos
he palpado, al mirar como un silencio
sembraba en el hueco de mis manos,
desaliento,
mujer, aquí estoy
parado al pie de la montaña
casi muerto
lánguido de amor,
roto, en valles y nostalgias.
Poética improbable
alba engalanada y rosa
es negro tu sueño, alma mía
al final del asombro nocturno
un dolor a todo, sobrevive
porvenir, sólo una estrella parpadea
un oráculo de piedras en lamentos,
escribir , sobrevivir al verbo que insiste,
alma en el madero, te desangras
al sol, tumbas concretas y frías,
de futuro,
serán mis libros,
herencia que deambula
revancha de mi sangre,
estaré colmado de universo
y un solo trino,
de mañana
primavera de amor
rostro saturado de hermosura,
diamante universal, hambrienta cautiva,
escalones de seda me acarician,
pétreas lanzas, presa en la noche,
atraviesan la luna que volaba,
tu belleza derramaba tus aromas,
mi sangre bullía primavera
remontando tú cima,
mi veta de vida,
mantienes mi tierra fértil,
soñado hogar,
fragancias a sábanas encendidas,
calor plateado en tardes
de cardos enraizados, en mis ojos,
mi corazón prisionero
en el magma
mismo de tus senos.
fragmentos de vida
por mi lucha arrinconada
en mi pena antigua
con su hielo me lastima
y me voy
me entierro en tu raices
una briza final
me paraliza
todo mi cuerpo se clausura
astillas de dolor
lastiman mi alma
miro una mariposa
y sueño
vuelo el vuelo
de mi anhelo
silencio en el eco
y me quedo
ritual mágico
La montaña es esa piedra
inoculada de fantasías,
que terminan las tardes
con la luz del luz del lucero,
ríen las espinas,
algún ave,
las vides en las laderas,
la savia y mi sangre,
e inevitablemente,
como luces almendradas,
los simples espacios genésicos,
párrales resignados,
andar de los ancestros,
profundidad de la existencia,
en una yunta de anhelos
labrados en sus rostros
y la piel quemada,
como una acequia distante,
desde antes ya quebrado,
rosado,
a lo lejos sustraído,
de mis ojos
absoluto espíritu,
se da al ritual
mágico de la vida.